Barrett: demos muerte a los dioses

19 09 2017

El exceso cometido el sábado último por los All Blacks obliga a tomar con cautela todas las consideraciones: victorias absolutas, sostenidas en actuaciones así de absolutas, animan al más templado a las afirmaciones más absolutas. Que si nunca vimos nada igual, que si el mejor equipo de la historia, etc. Conviene subrayar una vez más que (casi) todas las construcciones que los All Blacks elevan en los territorios de lo asombroso son, en realidad, revisiones de maravillas que ya frecuentaron en alguna época anterior. Sirva solo como ejemplo este inocuo detalle: a los Springboks también les metieron 57 puntos por estas fechas el año pasado. Con dos matices: uno, que los sudafricanos no se quedaron a cero entonces (fue 15-57); y dos, que ocurrió en territorio Bokke. La verdad, no podemos estar seguros de cuanto rebaja un detalle o aumenta el otro el indudable escarnio de ambas ocasiones.

Eso sí… lo que tal vez no hayamos visto antes es una constancia tan pertinaz en la excelencia. Y, sobre todo, la reunión inquebrantable del virtuosismo formal y el rigor competitivo: desde que se sacaron la pelota de la garganta ganando por fin la Copa del Mundo de 2011 («don’t choke!!!», gritaban los estadios), el equipo de Steve Hansen ha acumulado sólo estas derrotas: Inglaterra (noviembre 2012), Sudáfrica (octubre 2014), Australia (agosto 2015), Irlanda (noviembre 2016) y British&Irish Lions (julio 2017). Más tres empates: Australia (octubre 2012 y agosto 2014) y los BIL (julio 2017). El último partido que perdieron en una Copa del mundo fue aquel de 2007 contra Francia. Para la perspectiva: juegan 12 test matches en año de RWC (así fue en 2011 y 2015) y 14 en los intermedios.

El otro día alguien en Sudáfrica reflexionaba si estos All Blacks no serán el mejor equipo de la historia del deporte. No del rugby, de cualquier deporte. Bueno, es algo que algunos nos y hemos preguntado ya en varias ocasiones y hasta buscado referencias al respecto: grandes dinastías deportivas. Pero eso es otro tema. Ahí no estamos solos. Tal vez sí lo estemos en esto: no sé si alguien ha empezado a plantearse ya la posibilidad, a la vista de los hechos, de que Barrett vaya camino de ser el mejor número 10 del rugby de todos los tiempos, pero a nosotros nos resuena la pregunta en la cabeza desde hace ya meses. ¿Será Beauden Barret el mejor apertura que vimos jamás?

Antes de seguir leyendo, e incluso de opinar, que alguien llame a Bernardo Guy, de la Santa Inquisición… para que levante acta y proceda a sentenciar los suplicios que procedan.

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Dan Carter, a la conquista de Europa

26 04 2016

La Europa de hoy es hija de una revolución. La Europa oval, se quiere decir, aunque no faltará quien aplique la afirmación a la historia política del continente. Hablamos de la Champions Cup, nacida sobre el cadáver aún caliente de la Heineken; una competición ideada por la revolución de las clases poderosas del rugby continental: los clubes de Inglaterra Francia, que forzaron a redefinir la competición a partir de su acuerdo con BT, la operadora televisiva. Y serán precisamente un equipo de cada país -el mejor equipo de cada país, tal vez, aunque Racing 92 está lejos de dominar el Top 14– quienes se disputen en Lyon el título que dejó vacante el tricampeón Toulon. La Champions de este año ha extrañado a los equipos celtas, que han trasladado a Europa el estado de transición e interrogantes de la Pro12. En todo caso, el entre Sarries Racing se hace irrefutable: han confirmado con el paso de los meses que ésta era su temporada. Son los dos equipos más en forma del continente; seguro que no los más brillantes, pero sí los mejor capacitados para competir, dominar los partidos, definir los términos en los que se juega y, al cabo, ganarlos.

Dan Carter, el rutilante fichaje de Racing 92 este año, ha conducido al equipo francés a la final europea.

Dan Carter, el rutilante fichaje de Racing 92 este año, ha conducido al equipo francés a la final europea.

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El laberinto del Minotauro

13 11 2015

Resulta imposible explicar la Champions Cup que da comienzo esta tarde sin enfocarla desde la expectativa de derrocamiento del campeón, RC Toulonnais, vulgo Toulon. Sus tres títulos consecutivos y la operación de refuerzo del pasado verano insisten en la idea de que no se puede señalar a ningún otro favorito más allá de ese equipo de súperheroes que se ha montado el gran magnate del cómic en el hexágono, Mourad Boudjellal. Visto desde esa perspectiva, este torneo máximo del continente parece una batalla de la galaxia tolonesa contra el mundo oval, encarnado en una multitud de formas distintas de entender el juego. Hasta se diría que la propia competición y las circunstancias quisieran poner a prueba la capacidad de resistencia del RCT, y han conspirado para construirle un grupo mortal, en el que los franceses tendrán que medirse con la anterior dinastía de la Copa de Europa, los irlandeses de Leinster, y con dos de los ingleses en plena emergencia: Bath -su primer rival este domingo en el Stade Mayol– y los audaces muchachos de los Wasps. A cuartos sólo pasan los primeros de cada uno de los cinco grupos de los que se compone el torneo en esta primera fase, y los tres mejores segundos. ¿Hay opciones de que Toulon se quede fuera a la primera? Hay quien piensa que sí.

Toulon festeja con motivo su tricampeonato europeo: el gran desafío del rugby continental de clubes, la Champions Cup, arranca esta misma noche.

Toulon festeja con motivo su tricampeonato europeo: el gran desafío del rugby continental de clubes, la Champions Cup, arranca esta misma noche.

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La mirada de Dan Carter

2 11 2015

La mejor RWC que hemos visto coronó al mejor equipo que hayamos conocido: la Nueva Zelanda de Richie McCaw y Steve Hansen. Sí, por ese orden. Pero hubo Mundial, mucho Mundial. Y Australia logró que también hubiera final hasta los últimos diez minutos. Del resto se encargó el inmenso trabajo colectivo del equipo negro, tan repleto de detalles que para glosarlo harían falta una enciclopedia o un retablo. Para todo lo demás estaba Dan Carter, el mejor jugador del partido en muchos aspectos. Para la World Rugby, también el Mejor Jugador del Año 2015, una elección que desde aquí consideramos un exceso de entusiasmo post mundialista, y también un defecto de perspectiva. Perder demasiado tiempo en rebatirla, sin embargo, casi se antoja desleal con Carter, un jugador cuyos merecimientos siempre nos parecieron más allá de toda duda y al que, sobre la base de un rendimiento discutible en el último año, se quiso retirar de la circulación de los All Blacks antes de hora. Carter se ha encargado en este torneo, y particularmente en los partidos decisivos, de dejarnos el recuerdo de su intemporal clase como apertura. Para coronarlo se permitió la relativa frivolidad de un último reto: patear el golpe final con su pierna débil, la derecha. Y meterla, claro. Ha sido, hasta el final y pese a todas las sospechas, el incontestable director de juego de esta Nueva Zelanda de los centuriones, a la que en la fase de grupos todavía muchos veían oxidada (acabo de reencontrar una crónica que utilizaba el término nada menos que en el titular, tras el choque con Tonga) y a la que no le faltaron augurios de desastre antes de jugar contra Francia. La rotunda exhibición de ese noche, claro, hizo más conversos que el sermón de la montaña. A uno siempre le parece que a estos All Blacks, a éstos en concreto, no los celebramos lo suficiente. Y hay que hacerlo más allá de las legítimas fobias y filias de cada cual. El motivo reside en que nadie ha llevado el rugby a las cotas a las que lo han llevado ellos durante los últimos años. Y además, porque nos guste o no son los mejores embajadores del juego: con su forma de jugar, con gestos maravillosamente extemporáneos como el de la medalla de Sonny Bill Williams. O por la misma sencillez con la que hacen todo, algo de incalculable valor en estos tiempos de mercadotecnia expresiva. Todo queda sintetizado, de algún modo, en la misma simplicidad con la que Carter ejecuta sus patadas. Sin liturgias extrañas ni excesos gestuales. Una mirada larga al balón, otra a los palos, y vuelta al balón. Y el golpeo. Con plena naturalidad. Así patea Carter. Así juegan los All Blacks. Así ganan. Admiradores, partidos y títulos.

Dan Carter alinea el balón, mirando a los palos, para una de sus patadas durante el torneo: su tranquila liturgia define la esencial sencillez y excelencia con la que los All Blacks entienden el rugby.

Dan Carter alinea el balón, mirando a los palos, para una de sus patadas durante el torneo: su tranquila liturgia define la esencial sencillez y excelencia con la que los All Blacks entienden el rugby.

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Un equipo para todas las estaciones

26 10 2015

Los dos gigantes del sur, Nueva Zelanda Australia, se disputarán el próximo sábado la octava Copa Webb Ellis, un partido que supone el primer duelo entre ambos por un título mundial, y que determinará al primer tricampeón de la historia de las RWC -los dos tienen un par de títulos- y, si ganan los All Blacks, también al primero que logra retener el título logrado en la Copa del mundo precedente. Las semifinales reafirmaron la vigencia del principio  del rugby como deporte de invasión y de la defensa como equívoco concepto, relacionada de forma muy directa con el ataque. Ya dijimos antes que éste es un deporte cuya naturaleza reside en la ocupación territorial -la conquista del extremo contrario- y en el que no ataca quien tiene la posesión de la pelota, sino quien está en campo rival. Los Springboks, que lograron contener la ágil maquinaria creativa kiwi, estuvieron por delante hasta pasada la mitad del partido, pero siempre defendieron en su propio campo y, pese a su mayúsculo esfuerzo por sobreponerse a las limitaciones de su juego cuando la imposición física no les basta, acabaron cayendo por la mayor capacidad de los All Blacks para readaptar su rugby, corregir los errores y jugar con todos los elementos de un partido incómodo, sin perder el control ni cuando estaban por debajo ni cuando se pusieron por delante. Este Mundial, mayúsculo en muchos aspectos, tendrá la mejor final posible, hoy por hoy, en el rugby planetario. De momento analizaremos el fin de semana en algunos puntos que nos parecieron determinantes y en dos entradas consecutivas. Ésta es la primera.

El desafío oceánico entre Nueva Zelanda y Australia, partido clásico, será la primera ocasión en que ambos se disputen una final en la Copa del Mundo.

El desafío oceánico entre Nueva Zelanda y Australia, partido clásico, será la primera ocasión en que ambos se disputen una final en la Copa del Mundo.

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Read se corona en la Catedral

22 11 2013

La tercera semana de tests otoñales ratificó las impresiones de las anteriores. Ya sabíamos que Francia puede poner en las cuerdas a los All Blacks… al menos en París; y que, de forma simultánea, los All Blacks pueden sobreponerse a esa incomodidad, tirar de otros hilos de su juego y seguir ganando. Este fin de semana constatamos que los ingleses también pueden amenazar a NZ… algo que no hacía falta confirmar porque, de hecho, hace un año les ganaron. Hoy, el equipo de Steve Hansen parece mejor preparado que nunca para hacer frente a encuentros de dinámica incómoda para su juego. Y volver a ganar, que es de lo que se trata. Esta vez lo hicieron 22-30, en un partido con mucha miga y periodos intermedios que dieron para todo. El resto de encuentros, sin embargo, propagaron una impresión pálida. En este noviembre está faltando igualdad. Las diferencias están agrandadas, por sí mismas y por el estado opuesto de la temporada para cada uno. Así, Sudáfrica dejó a cero a Escocia (0-28), algo que no les sucedía a los caledonios desde 2007, cuando los All Blacks les aplicaron tratamiento análogo (40-0). La rotundidad bokke causa estragos en Europa: Gales no pudo anotarles un solo ensayo; Escocia, ni siquiera un punto. En el otro gran centro de interés del fin de semana, Australia se deshizo con notable comodidad de Irlanda (15-32), con Cooper en su versión favorable por un lado, más dos ensayos de Hooper, y la lesión de Johnny Sexton en el otro. Y en Gales, Argentina fluctuó de forma dolorosa entre la más que esperanzadora aparición de Cordero, por ejemplo, y una derrota severa (40-6) que subraya el estado de transición de los Pumas. Diez derrotas en 2013, las últimas ocho seguidas. Les queda Italia este fin de semana, pero para lo único que están ahora mismo los argentinos es para acabar la temporada, mudar la piel con Hourcade o quien sea al frente en la próxima y reencontrar los fundamentos de un equipo cuyo crecimiento se ha hundido en un agujero que parece tener su centro en las mismas baldosas del vestuario.

Kieran Read se deshace del intento de placaje de Ashton con un hand-off: el primer ensayo de los All Blacks llegó tras una penetración del 8 por el ala derecho de Inglaterra: el estado de forma de Read y su rugby lo lleva mucho tiempo en niveles extraordinarios.

Kieran Read se deshace del intento de placaje de Ashton con un hand-off: el primer ensayo de los All Blacks llegó tras una penetración del 8 por el ala derecho de Inglaterra: el estado de forma de Read y su rugby lo lleva mucho tiempo en niveles extraordinarios.

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Carter y el rugby total

22 07 2013

Hacia el último cuarto de hora del partido entre los Crusaders y los Reds, primera eliminatoria de clasificación a semifinales del Super 15, apareció sobre el campo con el número 19 subido en la espalda un señor llamado Richie McCaw. Venía de pasar un año sabático, pero cuando enfiló hacia el césped no tenía aspecto de haber transitado estos últimos meses tomando caipirinhas en la playa. McCaw da el perfil de un jefe de departamento que se pasará las vacaciones llamando a las dos de la mañana a sus discípulos (digamos un Liam Messam o un Sam Cane) para sostener largas conversaciones acerca de los detalles del último partido. Lo que diríamos un hombre intranquilo. Por su semblante camino del campo daba la impresión de que hiciera sólo cinco minutos que los All Blacks habían perdido en Twickenham, su último partido en noviembre. McCaw salió cuando los Crusaders ya habían resuelto de forma sumaria el encuentro (9-38 al final) y contratado su billete para disputarles las semifinales a los vecinos de Waikato, los Chiefs. Al ver a McCaw, bromeamos unos y otros: «Un poco de orden por fin, ya está bien de que los árbitros piten lo que quieran». Hubo apuestas a ver cuánto tardaba en cometer un golpe de castigo y escenificar uno de sus célebres numeritos: «Was it me, ref!!!???». En lugar de eso, lo que ocurrió es que, en menos de 15 segundos, Richie rompió incrustado en la línea y los ‘Saders ensayaron otra vez: set-piece a la salida de la touche, filtración de ese ectoplasma cimbreante en que a veces se convierte Dan Carter y marca de Ryan Crotty.

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La primavera en el Sur

18 07 2013

Los Lions regresaron de Australia con una serie ganadora frente a los Wallabies y la cabeza de su entrenador, Robbie Deans. En realidad, la cabeza de Deans rodó algunas horas después. De eso han pasado ya unos cuantos días (suficientes para que aparezca ya como candidato para entrenar a Clermont), pero la reflexión diferida no varía: Deans, el entrenador más longevo de los Wallabies, llevaba algún tiempo virtualmente muerto, si el término resulta aceptable, como seleccionador de Australia. Diríamos que, desde el Mundial de 2011, ha dirigido a su equipo como el mismo Cid en la batalla postrera: tieso y de cuerpo presente en el box acristalado que apenas ahogaba el ruido mediático, las dudas generalizadas y la feroz crítica habitual down under, un fuego avivado por lenguaraces ex jugadores tuiteros y columnistas o pundits de discurso asilvestrado. Sobre todo, y en la distancia desconocedora éste parece el factor de mayor peso a lo largo del tiempo, Deans ha caído por eso que Quade Cooper definió como «ambiente tóxico» en el vestuario y el entorno de los Wallabies.

En el deporte profesional —y el rugby, despertemos del sueño adánico de sus tradiciones, incorpora a creciente velocidad todos sus valores y perversiones— el agotamiento de las relaciones entre un técnico y sus muchachos acostumbra a estar en el centro de la mayoría de procesos de deterioro del rendimiento. Puede haber evidencias públicas: indisciplinas más o menos frecuentes, episodios de apariencia aislada que ocultan una corriente de putrefacción intestina, declaraciones altisonantes…. O manifestarse en un proceso de agotamiento silencioso, que suele llevarse por delante todos los valores supuestos de un equipo, sus convicciones tácticas o deportivas, las prestaciones de sus mejores elementos. Esos equipos que, decimos en el argot, se caen y nadie se explica por qué ni cómo. Australia ha tenido de todo: se cayó después de anunciar su candidatura al Mundial en el Tri-Nations de 2011, entró en barrena a partir de la derrota con Irlanda en aquella cita y, después, ocurrió el continuo cataclismo, en todas las formas: una plaga de lesiones tremenda, sostenida en el tiempo y cebada con sus mejores jugadores; una terrible pérdida de identidad en el juego; el paulatino aislamiento y búsqueda de protección del técnico en opciones tácticas y elecciones erráticas de jugadores (el palmario ejemplo final de George Smith); el enfrentamiento directo con algunas estrellas; y, por fin, la derrota con los Lions, en territorio propio y con una inevitable sensación de fin de ciclo. En realidad, la historia de Deans había acabado mucho antes de este apretón de manos.

Deans saluda a Warren Gatland al término del tercer partido, y la rotunda derrota, con los Lions.

Deans saluda a Warren Gatland al término del tercer partido, y la rotunda derrota, con los Lions.

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