Nakarawa, el gigante articulado

11 05 2018

Hubo un tiempo en que los equipos de rugby en Francia estaban construidos sobre dos arquetipos. Por un lado una corte de gráciles príncipes de la tres cuartos, que se pasaban la pelota con esencial delicadeza, como si en vez de un balón transportaran la piedra filosofal del rugby en una frágil llama. Y después estaban los delanteros, una reunión de buscavidas tabernarios. Aquella gente entraba en las melés con cara de haber dormido los últimos veinte años al raso. Y ganas de que alguien lo pagara. Uno los miraba y sabía que eran capaces de meterle una cabeza de caballo en la cama al apertura contrario.

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Isa, Isa, Isa…

10 05 2018

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Bilbao ya tiene final… y es gigantesca

9 05 2018

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