Dupont frente al cartón piedra

3 11 2020

Inglaterra se proclamó el sábado campeona del 6 Naciones 2020, que acabó 274 días después de haber empezado. El torneo ha quedado ya para siempre marcado con un asterisco que resumirá el impacto de la pandemia, que lleva tiempo cubriendo con un dramático manto de absurdo cualquier tentativa de normalidad. Todo parece nominalmente lo mismo, pero la puesta en escena encalla entre lo irreal y lo impostado, así que resulta en un sucedáneo. Uno entiende que la obligación de quienes dirigen el Seis Naciones -y administran patrocinios, contratos, derechos televisivos, ingresos y retornos- no podía ser otra que acabar el torneo con los partidos que quedaron pendientes en primavera, pero en estas condiciones el espectáculo resulta un sucedáneo poco convincente.

El ceremonial de entrega del trofeo de campeones a Inglaterra, organizado en un jardín de la concentración del equipo al día siguiente del final del torneo, resumió esas impresiones. Los jugadores escenificaron una imagen de presunta celebración con apreciable descreimiento, intérpretes de una imposible coreografía de emociones… La escena subraya la sensación de que todo lo vemos en este momento de nuestras vidas tiene algo de falsedad ineludible, de importancia relativizada por el tamaño inabarcable de lo que está ocurriendo. En el fondo, se ha hecho más evidente que nunca que todo el deporte, en estas condiciones, no es sino una superproducción con decorados de cartón piedra. Además, como es lógico los equipos no andan precisamente engrasados. Aun así, intentaremos rescatar alguna verdad, intuida, del escenario internacional del pasado fin de semana.

  • ¿Qué es el 6 Naciones sin gente?

Ninguna competición posee la mística que lleva adherida el Seis Naciones. Ninguna. No se trata tanto de una cuestión deportiva, y cada día menos, como de la inigualable mezcla de folklore socio-histórico y trasnochadas rivalidades deportivas que a lo largo de casi siglo y medio han construido su épica. Esa singularidad explica que, para muchos aficionados de dentro y también de fuera del rugby, el Seis Naciones sea EL torneo. De hecho, a menudo el Seis Naciones se confunde con el mismo rugby, la expresión máxima de su esencia. Una buena parte de todo ello tiene que ver con el público: con las imágenes que procuran la mezcla de aficionados, el ambiente, los viajes, la atmósfera, el respeto y la convivencia. El colorido. El ritual comunitario. Es cierto que el rugby contemporáneo, envasado para la exhibición de las televisiones, ha cambiado mucho las cosas. Pero aun así el halo permanece, de un modo muy reconocible. (…)

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